se nos convoca en La Isla
a celebrar con agrado
a nuestra hispana mantilla.
En Fodicu es el evento,
allí se enciende esa chispa
forjada con tradiciones
y con la fe más sencilla.
Un par de semanas antes,
como si fuesen chiquillas
hay un montón de mujeres
rebosantes de alegría.
Con ilusión y respeto,
con la moral encendida
preparan ropas y adornos
que lucirán este día.
El negro, siempre tan triste,
se torna en alegoría
de tradición y homenaje
a Nuestra Madre María.
Y hay un grupo de personas
unidas como una piña
que trabajan sin descanso
por transformar en capilla
el grácil salón de baile
donde otras tardes rebrincan.
Visten los hombres de traje,
las mujeres van muy dignas,
belleza amasan con duelo,
con brillos un alma limpia.
Carlos aprieta el botón
y la sala se ilumina.
Suena música sagrada,
imágenes en la retina
de tronos primaverales
con Cristo y su Madre encima.
Las palabras más sublimes
en la boca se arraciman,
quieren ser rezo de Amor
y una bonita elegía
a la pasión de Jesús
y al dolor de su agonía,
a la Virgen cantarán
y a su caridad divina.
Se oye un pregón de alabanzas
a esta tierra y sus mantillas,
como alegres mariposas
revolotean las poesías
y el quejío de las saetas
es sagrada letanía.
El alma se queda quieta
ante tan bella armonía,
se sobrecoge el aliento,
se emociona la sonrisa…
Semana Santa en Fodicu.
¡Homenaje a la mantilla!
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